Una historia ligada a los castillos

Hablar de castillos es hablar de su construcción, de sus defensas, de su tipología, de su mantenimiento y del origen del Regne de València. Nuestra misión es recuperar el recuerdo de algo lejano y estimulante.

¿Qué representa un castillo?

La imagen de los castillos está mayoritariamente asociada a un concepto defensivo, a una cuestión de ataque y defensa. Sin embargo, esta situación era extraordinaria y ocasional. En el castillo se desplegaba una actividad cotidiana compleja. Los castillos eran lugares de residencia y espacios donde se asentaba la población del lugar aprovechando unas condiciones geográficas y naturales ventajosas. 

La gobernanza de un castillo se sometía, según sus dimensiones, a un estricto reparto de funciones que garantizaba su funcionamiento. El sistema feudal tenía unas reglas que marcaba la vida de los señores y de sus súbditos. Y toda esta actividad se centraba en el señor del castillo, símbolo del centro de poder.  

Además, los castillos eran residencias complejas con una gran variedad de estancias, decoradas y con mobiliario. Existían salones, dormitorios, cocinas, capillas, caballerizas, mazmorras, aljibes, despensas, bodegas…    

El origen de un castillo

La construcción de un castillo era una tarea muy costosa que únicamente podían afrontar los señores ricos, los nobles y los reyes. Para iniciar la edificación era necesario un permiso real llamado «Permiso para almenar» que concedía el monarca.  

El castillo tenía que estar diseñado para las épocas de guerra y los periodos de paz. Esto significaba que debía abastecerse de comida y otras provisiones con facilidad. El agua era un bien básico y era imprescindible poseer fuente o pozo propios resguardados de un posible asedio.  

Técnicas constructivas

Las técnicas de construcción de los castillos valencianos tenían tres modalidades:

Sillería

Piedras de cantera bien trabajadas en bloques de distintos tamaños. Este sistema fue poco habitual en el Reino de Valencia.

Mampostería

Morteros de cal, piedras y arena, usados para la construcción de muros. La mezcla con piedras más voluminosas se usaban para las partes bajas.

Tapial

Encofrados de diversa anchura rellenos de materiales mezclados con cal que sometidos a secado y presión adquieren gran dureza. Es el sistema más extendido en tierras valencianas.

Elementos defensivos

La construcción de un castillo trataba de combinar las labores defensivas con las residenciales. En lo referente a las primeras, el maestro constructor debía de buscar la mejor forma de distribuir los muros y las torres, así como su disposición más efectiva. Generalmente, las torres debían de estar situadas entre sí a una distancia suficiente para permitir su auxilio desde la otra. La distancia de un tiro de arco era una medida habitual. 

También existían torres fuera de los muros, las torres albarranas, que permitían una mejor defensa de las murallas y que estaban conectados con el recinto mediante puentes colgantes u otro sistema.

Asimismo, la parte más débil de un castillo eran sus puertas de acceso. No es de extrañar que sus ocupantes ideasen todo tipo de métodos de defensa para fortalecerlas frente a un ataque. La primera era la de flanquearla con torres que la protegían y hacían más difícil la aproximación a la entrada. Las puertas se cerraban mediante el sistema de bisagras y se atrancaban con sólidas maderas. Sin embargo, el uso del rastrillo, de los puentes levadizos y de los fosos ayudaban a mejorar la defensa de las zonas de acceso a la población o a la fortaleza. 

La vida en el castillo

Un castillo era un edificio que estaba diseñado tanto para las épocas de guerra, como sobre todo para los periodos de paz. En la práctica eran centros administrativos fortificados desde los que se controlaba el territorio próximo. 

Asimismo,  el elemento más importante para un castillo eran necesariamente las defensas, sino los elementos que permitían la subsistencia de sus habitantes. Era fundamental el abastecimiento de víveres y el almacenamiento de agua. Ambos estaban garantizados gracias a poder cultivar y criar animales dentro del recinto amurallado -que también incluía a la población- y a la existencia de aljibes que permitían almacenar el agua de lluvia. 

  • Los asedios 

    La mayoría de los castillos en el siglo XIII eran inexpugnables y las ciudades estaban completamente amuralladas, por lo que la única forma de conquistar estos enclaves era mediante el asedio, que se podía prolongar durante meses.  

    Cortar el aprovisionamiento de suministros, lanzar al interior del castillo restos de animales muertos para propagar enfermedades entre la población y envenenar o ensuciar el suministro de agua que llegaba a través de los ríos eran técnicas de asedio habituales.  

    Durante el sitio se producían diversos asaltos con la finalidad de aminorar y destruir las defensas de la ciudad o del castillo. Hasta la introducción de la pólvora en el siglo XIV, la única manera de efectuar esta acción era mediante el lanzamiento de proyectiles (piedras de diverso tamaño) que a fuerza de impactar con los muros acababan por derribarlos.  

  • Armamento 

    En la Baja Edad Media las armas más habituales eran las espadas, las lanzas, los arcos y los cuchillos. Las más potentes en la distancia eran las ballestas.  

    Un adiestrado ballestero, bien apostado en la muralla o en la torre, podía causar estragos entre sus enemigos. Para mejorar su efectividad, las puntas de las saetas eran untadas con cera de abeja para penetrar las armaduras de los caballeros. Por su parte, los arcos largos servían para las grandes distancias y eran más rápidos de disparar que las ballestas. Había puntas de flecha preparadas para cada ocasión (para traspasar armaduras, para matar caballos, etc).  

    La Crónica del rey Jaume I nos ha dejado muchos pasajes donde se describen muchas de las batallas y los asedios que el monarca llevó a cabo. 

  • Máquinas y técnicas de asalto 

    Algunas de las armas más utilizadas eran el trabuquete (que lanzaba proyectiles a gran altura sobrepasando las murallas), los almajaneques (que disparaba proyectiles a baja altura para romper las murallas y las torres) y los manteletes (empalizadas con ruedas que servían para acercarse con protección a las murallas y asaltarlas).  

    Los dos instrumentos más utilizados para derribar los muros y murallas fueron los trabucos/fundíbulos, mucho más grandes y potentes, que aparecieron en el siglo XII, y las catapultas, de menor tamaño, ya usadas en tiempos remotos.  

    Si las posibilidades de derribar muros y torres eran escasas, se procedía a la construcción de torres de asalto. Eran unas construcciones de madera movidas por ruedas que se elevaban por encima de la altura de las murallas. Su interior, de varias alturas, estaba repleto de contingentes de asalto. Una vez aproximada la torre a la muralla, una puerta levadiza en la parte superior permitía la salida de los soldados. En este momento el combate cuerpo a cuerpo determinaba la conquista o la pérdida de la posición. Obviamente no era fácil llevar una torre hasta las inmediaciones de los muros. Los defensores podían incendiarlas, atacarlas con sus flechas o desnivelar el suelo para impedir su desplazamiento.  

    Una técnica muy efectiva que se utilizaba con frecuencia para romper las barreras defensivas era el minado. Los asaltantes excavaban un túnel subterráneo hasta situarse debajo de muros y torres. Una vez allí abrían un espacio amplio y lo apuntalaban con troncos. Acto seguido incendiaban la madera para provocar el derribo del techo y la caída del elemento defensivo situado encima.  

    El minado era, no obstante, muy arriesgado y dificultoso. En los castillos construidos sobre roca o con foso esta medida era prácticamente imposible. Las torres redondas estaban mejor dispuestas para resistir el minado que las cuadradas, mucho más débiles por las esquinas.  

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